TURBA O TÚRBULA

TURBA/TÚRBULA FRENTE A ROMA.

 

La mención más antigua que encontramos en las fuentes clásicas sobre Turba/Túrbula, la sitúan en los acontecimientos que marcan el inicio de la Segunda Guerra Púnica. Según estas fuentes, en el año 219 a.C., los desmanes provocados en el territorio de Túrbula por parte de los saguntinos justificaron el ataque de Aníbal a Sagunto, que fue el desencadenante del conflicto bélico entre cartagineses y romanos.

           

A este respecto los historiadores clásicos dicen lo siguiente:

 

Apiano:

            “…y así, juzgando Aníbal que pasar por el Iberus sería un principio brillante, excitó a los turboletas, vecinos de los saguntinos, a que se le quejasen de que estos les devastaban los campos y les infligían muchas tropelías…”

 

Polibio:

            “Aníbal envió mensajeros a Cartago para saber qué debía hacer con los saguntinos que, fiados en la alianza de los romanos, maltrataban algunos pueblos de su dominio

 

Tito Libio:

            “Aún no había estallado la guerra contra Sagunto, pero ya se sembraban conflictos con los pueblos vecinos, causa futura de la guerra, especialmente con los turbetanos”.

 

Las menciones que estos historiadores hacen de los turboletas o turbetanos (refiriéndose, sin duda, a un mismo pueblo), establecen su necesaria vecindad con los saguntinos, pues los campos devastados por estos debían estar a una distancia que les permitiera actuar y regresar a su territorio en muy poco tiempo. (No debemos olvidar que Sagunto/Arse se situaba en la Edetania, limítrofe con la zona nordeste del territorio bastitano, donde, según Ptolomeo, se situaría Túrbula).

 

 

Así pues, Aníbal, con la excusa de que “los saguntinos, fiados en la alianza de los romanos, maltrataban a algunos pueblos de su dominio”, pidió consejo a Cartago y decidió la conquista de Zakhyntos (Sagunto) en el 219 a.C. El sitio de Sagunto duró varios meses, y fue épico; muchos saguntinos prefirieron morir antes que rendirse. Este hecho marcó el inicio de la guerra entre Roma y Cartago; Aníbal, en ese mismo año, emprendió la marcha hacia Roma, apoderándose de todo el litoral hispano.

 

 

En el año 218 a.C. los romanos, con Escipión al mando, desembarcaron en Emporion (Ampurias), mientras Aníbal proseguía su avance hacia Roma. Tras el desembarco avanzaron por el litoral, apoderándose de Cesse (Tarragona). En el 216 a.C. cruzaron el Ebro y en 215 reconquistan Zakynthos, que ellos denominaban Saguntum. Según Tito Livio “arrojaron de Sagunto a la guarnición cartaginesa, recobraron la ciudad y la devolvieron a aquellos habitantes antiguos que habían escapado de las desgracias de la guerra. A los turbetanos, que fueron causa de la guerra entre Sagunto y Cartago, los sometieron, los vendieron como esclavos y arrasaron su ciudad”.

            De nuevo, en este pasaje de Tito Livio, aparece una mención a los habitantes de Turba, indicando cuál fue su destino tras considerárseles culpables del asedio de Sagunto. La venganza de los romanos fue implacable.

 

 

La acción de los romanos sobre territorio hispano continuó, y, aprovechando que Aníbal había partido a África para reducir al insurgente Scifax, realizaron un profundo avance por Andalucía. Pero en el 212 a.C. Aníbal vuelve a recuperar casi toda Hispania. Había regresado a la Península después de derrotar a Scifax, y ya en ella venció a Publio Escipión, que muere en Cástulo, y también a Cneo Escisión, que sucumbe en Ilorci (Lorca). De esta manera, los dominios romanos quedaron reducidos a una estrecha franja litoral al norte del Ebro.

            Cabe pensar que tras la recuperación por parte de Aníbal de sus territorios hispanos, los supervivientes de la destrucción de Turba volverían a ella y, hasta el regreso de los romanos, quizá pudieron reconstruir en parte sus hogares y habitar nuevamente la población.

 

 

Pero la situación empieza a cambiar desde el 210 a.C., con la llegada del procónsul Publio Cornelio Escipión “el Joven”, que se aliaría con los régulos Indíbil y Mandonio (antes partidarios de los cartagineses). Ayudado por la flota de Cayo Selio, en 209 se apoderó de Kart Chadaschat (Cartagena), capital del imperio púnico en Hispania, tras lo cual se sucedieron las victorias sobre los cartagineses: Auringis, Ilipa…  Pronto empezaron también las devastadoras exigencias económicas y comenzó la venganza sobre las ciudades que habían estado con los cartagineses, como Cástulo o Ilurgi, que fueron saqueadas y destruidas. Marcio completo la conquista de las tierras situadas al sur del Guadalquivir, donde la influencia fenicia y púnica había sido más fuerte: Astapa fue conquistada y destruida tras una dura resistencia; Cádiz, finalmente, se rindió a los romanos en el 206 a.C., y con ello finalizó la Segunda Guerra Púnica.

En este contexto de conquista y venganza, Tito Livio nos relata el siguiente suceso, que sitúa en el año 205 a.C:

           

“Entonces introdujo ante el Senado a los legados de Sagunto. Tomó la palabra el de más edad: Los túrbulos, nuestros enemigos de siempre, que ya habían sido causa de nuestro primer desastre, podían aniquilarnos… Finalmente, en vista de que quedando incólume aquel pueblo no podía Sagunto subsistir, lo abatió por las armas hasta dejarlo incapaz de inspirar temor… Vimos destruida aquella ciudad, en consideración de la cual destruyera Aníbal a Sagunto; recibimos de sus tierras un tributo para nosotros más precioso como venganza que como provecho”.

 

            Turba, que había sido aliada de los cartagineses, fue por lo tanto destruida de nuevo y sus habitantes tuvieron que afrontar, como castigo, un gravoso tributo.

 

Poco tiempo después de la caída de Cádiz en manos romanas, cuando todavía Escipión se encontraba celebrando en Cartagena la victoria, se había producido la primera sublevación hispana, la de los ilergetes, acaudillados por Indíbil. Es posible que los hispanos hubieran empezado a ser conscientes de que la victoria de Roma abría el paso hacia una nueva dominación.

            Tras derrotar a los ilergetes Escipión marchó hacia Italia con gran cantidad de riquezas. En ese momento los romanos dominaban la franja costera mediterránea, el valle del Ebro, el valle del Guadalquivir y las zonas mineras de Sierra Morena. El control militar de esas zonas de la península quedó a cargo de dos generales que actuarían como procónsules: L. Léntulo y L. Manlio Acidito, cuyos ámbitos de actuación darían lugar con posterioridad a la división territorial de Hispania en dos provincias: la Citerior y la Ulterior Estos generales tuvieron que hacer frente a una nueva sublevación de los ilergetes, aliados a otras tribus del ámbito catalán y oscense. Pero de nuevo los hispanos fueron derrotados, y sus líderes, entre ellos Indíbil  y Mandonio, ejecutados. Pero las rebeliones contra la dominación romana no concluyeron aquí, por el contrario, estaban simplemente comenzando, extendiéndose tanto por la Citerior como por la Ulterior. Livio cita a Carmona, Sexi, Málaga y la región de Bastetania como focos de la rebelión.

 

 

En 196 a.C., también según Tito Livio, “cuando empezaba la gente a extrañarse de que no se tratase de la guerra de Hispania, se recibieron cartas de Quinto Minucio según las cuales había trabado batalla con buena fortuna con Budar y Besadines, generales hispanos, cerca de la ciudad de Turba(Liv. XXXIII 44, 4). Pero -según Tovar y Blázquez-, aunque tras el choque hizo una gran aportación de plata al erario público, no se puede afirmar que lograra dominar la sublevación. Sin embargo, le fue reconocido el triunfo.

 

 

En 195 a.C., el cónsul Porcio Catón fue designado para intentar controlar la difícil situación en la que se encontraban los romanos en la Península. Tuvo que empezar pacificando el territorio de la actual Cataluña, extendiendo luego su acción a otras zonas de la Citerior. La situación era tan complicada, que el propio Livio escribió (Liv. XXXIV 18), como recogen Tovar y Blázquez, que “la tarea de Catón era mucho más difícil que la de los Escisiones, pues no se trataba ya de predicar la liberación frente a los cartagineses, sino de reducir a los hispanos a la servidumbre”.

            Tito Livio refiere también la presencia de Catón en tierras del sur. En ese desplazamiento habla de su acción contra Saguntia –que podría corresponder a Baños de Jigonza, en Cádiz- y nombra también a los turdetanos. Pero diversos autores cuestionan su presencia tan al sur. Así, Tovar y Blázquez dudan que Catón llegara a esa lejana zona de Andalucía sin que se conserve memoria de otras acciones guerreras en el territorio; Schulten, por su parte, corrige el nombre de Saguntia en Seguntia, es decir, Sigüenza, y sitúa el posible campamento de Catón en el yacimiento por él descubierto en Aguilar de Anguita, cerca de aquella ciudad. Esta hipótesis parece más lógica, pues, por un lado Catón estaba actuando en el área de la Citerior y, por otro, fue el primer general romano que penetró en la Celtiberia occidental, donde se sitúa Sigüenza, según se desprende de la referencias que él mismo hace de su paso por Numancia, situada también en esa zona de la Celtiberia. Además, el propio Catón habla de ir a Turta, población que nadie ha sabido ubicar, pero que es muy posible que se trate de una deformación del nombre de Turba. Si así fuera, esto explicaría su desplazamiento hacia al sur –esta población, según nuestra hipótesis, limitaría con la parte meridional del territorio celtíbero- y la referencia a los “turdetanos”, que de nuevo sería un error de trascripción a la hora de referirse a los turbetanos.

            Mientras Catón llevaba a cabo estas acciones militares, al norte, los lacetanos habían aprovechado la ausencia del cónsul para atacar a diversos pueblos aliados de los romanos, lo que obligó a Catón a volver con rapidez y tomar la ciudad de los lacetanos.

            La vuelta de Catón a Roma fue celebrada como un triunfo que garantizaba el sometimiento de los pueblos hispanos, pero la realidad era que el dominio sobre el territorio conquistado iba a seguir siendo inestable. De hecho, y pese a las acciones militares de Catón, la pacificación de la Celtiberia exterior (entre el Ebro y el saltus Castulonensis, incluyendo la vertiente oriental de Sistema Ibérico, las serranías de Cuenca y La Mancha) no se consiguió sino hasta el 180 a.C., tras la intervención de Fulvio Flaco.

 

 

En 179 a.C. Graco consiguió estabilizar la frontera entre las zonas sometidas y las no sometidas, y se detuvo la conquista hasta el año 154 a.C., momento en el que se iniciaron las Guerras Celtíberas.